domingo, 4 de agosto de 2013

Inventos fallidos

Si hay historias tristes en el mundo de la innovación, la mía es una de esas.

Foto de Jakob Richter.
Tal vez sea un asunto genético pues mi padre, siendo aún un niño, descubrió que llenando un cuentagotas con tinta podía hacer una línea continua al presionar suavemente la cabeza del instrumento mientras desplazaba el otro extremo sobre una hoja de papel.  ¡Había descubierto la pluma fuente!  Un día que bajaba al pueblo con mis abuelos descubrió, con cierta desilusión, que alguien se le había adelantado (apenas unos 120 años) y había desarrollado su invento hasta convertirlo en un instrumento de escritura de amplio uso en la ciudad.  Ese día mi abuelo descubrió, con cierto disgusto, cuál de sus hijos era el que llenaba sus papeles de líneas de tinta y ensuciaba los cuentagotas, y no tuvo que inventarse la paliza que le dio al genio de la familia. Así que el pequeño inventor dejó de lado los artilugios novedosos y concentró su creatividad en la música y la poesía, campos en los que, si bien tampoco alcanzó la gloria, obtuvo buenos resultados.  Dicen que de tal palo, tal astilla, y parece que es cierto, porque a mí me ha pasado más o menos lo mismo, excepto por la parte de los buenos resultados.

Caracol. mundoliterariodelachucua.blogspot.com
Tenía unos seis o siete años cuando, desatendiendo los sabios consejos de mi madre, me puse a jugar a hacer el bizco mientras caminaba por la casa. luego de tropezar dos o tres veces me quedé viendo la cabecera de la cama de mi hermano, que era roja y tenía unos pequeños puntos blancos ordenados simétricamente.  Pues bien, cuando uno mira bizco sobre una imagen con esas características, los puntos se superponen y generan una imagen tridimensional.  Extasiado como estaba, con el descubrimiento accidental de la estereoscopía, no escuché a mi madre que llegaba a buscarme (ella sabía que si yo me quedaba callado por más de 5 minutos era porque me estaba metiendo en algún problema).  Con su llamado de atención mis ojos retornaron a su posición habitual y con ello dejé pasar la oportunidad de desarrollar un hallazgo que luego hubiera podido comercializar, y ni falta que hizo: hoy en día las estereografías ya están pasadas de moda.

Muñecas de amero.
Uno de mis más queridos inventos fue una colección de muñecas hechas con amero (la cáscara que recubre las mazorcas).  La idea era utilizar un material de deshecho luego de la recolección del maíz para confeccionar figuritas coleccionables.  Dando el debido tratamiento al amero éste se endurece y adquiere gran resistencia.  Ya había diseñado algunos prototipos y tenía un sugestivo nombre para mi marca, un bonito juego de palabras que hacía relación al origen de las muñecas: Maizín.  Cuando comencé mi estudio de mercado para las maizín, vi un anuncio en televisión que dio al traste con mi sueño de juguetero.  Los condenados de Mattel habían lanzado sus muñecas My scene (se pronuncia igualito que mi marca, Maizín) y se vendían como mazorca a la salida del estadio.  
Y, todavía peor, también descubrí que desde hace generaciones, en toda latinoamérica, las mujeres del campo le hacen a sus hijas lindísimas muñequitas de amero, que ahora también se comercializan y son una bonita artesanía.

Grandes marcas que me rechazaron.
Como por el lado de los juguetes no tenía mucho futuro, unos años después intenté con el diseño de automóviles.  Esta vez me la jugué claramente por algo que ya estaba inventado (para no tener sorpresas desagradables) y me dediqué por un tiempo con bastante entusiasmo a preparar mis bocetos para un auto conceptual que dejara boquiabiertos a los fabricantes de automotores.  Envié mis diseños a tres prestigiosas firmas: una francesa, una japonesa y una norteamericana.  La respuesta que recibí de las tres fue prácticamente la misma (¡tan originales!) me agradecían por enviarles mis bocetos pero consideraban que no eran aptos para ser puestos en la línea de ensamblaje... y, sobre todo, había escogido nombres que -a juicio de sus publicistas- no resultaban llamativos o eran muy complicados de pronunciar para ciertos sectores de compradores.  Así que ustedes, queridos lectores, jamás verán rodar por las calles mis tres diseños de auto: el Atro Peugeot, el Mazda Ñado y el Ford Tuna.

http://angiesweetgirl.deviantart.com
¿Qué me quedaba? Seguir los pasos de mi padre, el otro inventor frustrado de la familia. Así que me dediqué a la literatura, y comencé -cómo no- escribiendo un pequeño cuento, mi propia versión de la clásica historia de la princesa y el sapo, por allá en el año 2002.  Lo novedoso de mi historia era que Ranaldo (el sapo) sí era un príncipe, pero no un príncipe humano. Era el hijo del rey de los sapos, desterrado por una malvada rana bruja.  La muchacha, luego de oír su historia, le daba el tradicional beso y ella se convertía en ranita y, roto el hechizo que había desterrado al príncipe, volvían al charco del reino de Ranaldo, donde eran felices y comían moscas por siempre.  Sí, yo sé que para esta altura ustedes ya habrán notado que esos condenados de Disney se me adelantaron e hicieron la película.  Me dio tanta rabia que no la quise ver y jamás la veré.

En ese momento me quedó absolutamente claro que yo no era, ni soy, ni seré inventor, ni escritor... y para alivio de los oídos de todo el género humano, ni siquiera lo voy a intentar como músico.