sábado, 13 de abril de 2013

Hasta Newton se equivocaba.

    El profesor Takuma Wakaneme (わかねめ  たくま), titular de la cátedra de astrofísica del College of Collegiate Colleges de Columbia (it's Columbia, not Colombia) tiene los ojos levemente rasgados y es apenas 2,54 centímetros más alto que el japonés promedio.  El japonés promedio, por su parte, es una pulgada más bajo que el profesor Wakaneme y, más allá de la simétrica coincidencia de este hecho, el dato resulta casi irrelevante dada la escasa población nipona en Columbia (y en Colombia).

    Con motivo de la publicación de su más reciente libro "How much physics!" (¡Cuantica física!), tuve la ocasión de dialogar brevemente con él, y así transcurrió nuestro diálogo, mientras participábamos de la tradicional ceremonia del té:

    Profesor Wakaneme, acaba usted de publicar su tercer libro, en el que aborda de nuevo la más antigua de las ciencias exactas.

Sakura.
Fotografía de Kropsoq
    Comete usted un error, honorable Desbaratóstenes -me dice el profesor, en un español que pronuncia lenta, pero impecablemente, casi como si buscara las palabras en un diccionario mental- la física no es una ciencia exacta, o por lo menos no lo es desde hace ya un tiempo.  Verá usted, así como cada año la Sakura (flor del árbol de cerezo) abre sus pétalos al llegar la primavera para luego marchitarse y caer, las ciencias van fluctuando periódicamente de lo exacto a lo especulativo, y viceversa. 

    Hasta hace unas décadas la física trataba de las cuestiones reales, objetivas y observables del mundo material y ahora se ocupa de agujeros de gusano, el bosón de Higgs, las branas y otras cuantas ideas todavía indemostrables.  Por su parte las ciencias antes especulativas, como la psicología, hacen el proceso contrario: pasaron de estudiar el inconsciente, los deseos reprimidos y la interpretación de los sueños a ocuparse de los neurotransmisores, la modificación de la conducta y las ratas de laboratorio encontrando la salida del laberinto.  A la vuelta de unos siglos volveremos a iniciar el ciclo, estoy completamente seguro de ello; tanto como aquel señor que era tan bajito, pero tan bajito, que no le cabía la menor duda.

    Es más, el lenguaje científico en general, y el de la física en particular, se ha vuelto deliberadamente oscuro, sólo para iniciados, oculto tras arcanos transmutados en fórmulas a veces tan incomprensibles como la más profunda teología medieval. Daría igual que algunos físicos escribiesen sus artículos en Sánscrito o en Klingon.  Ni la afilada espada del samurai podría romper el círculo de oscurantismo que algunos están construyendo al rededor de la ciencia.

    La crítica, tanto científica como literaria, se ha dividido en torno a su libro, profesor.  Pero un elemento en el que coinciden detractores y seguidores de su obra es el hecho de que usted reformula algunos de los conceptos tradicionales de la física, de esos que aprendíamos en el colegio.  ¿Cuáles son?

Barriles de Sake.  Foto de Dan Smith.
    Comete usted el segundo error, honorable Desbaratóstenes.  El sake (bebida alcohólica obtenida de la fermentación del arroz) sigue siendo sake aunque su sabor cambia con el tiempo.  Los conceptos no se reformulan, sino que evolucionan y se aclaran, así como se aquietan las aguas de los cinco lagos del monte Fuji cuando deja de soplar el kamikaze (viento divino).

    Por ejemplo, descubrí que Isaac Newton se equivocó al formular el concepto de gravedad, porque suponía que los cuerpos se atraen mutuamente en virtud de su masa y que, cuanto mayor fuese la masa de un cuerpo, tanto más atraería a otros.  Si aquella apreciación de Sir Isaac fuese correcta, ¿no serían los gorditos los seres más atractivos de la tierra?

Sakura, Shinkansen y el monte Fuji
Foto de Swollib.
    Einstein, por su parte, postuló que la masa de un cuerpo curva y deforma el espacio-tiempo a su alrededor.  Esa formulación es correcta y hay experimentos que lo comprueban, pero su afirmación está incompleta.  No solo la masa deforma el espacio-tiempo, y le voy a dar un par de ejemplos: suponga que usted viaja en el Shinkansen (tren bala), por la línea Joetsu, de regreso desde su oficina en Tokio hasta su casa en Niigata, y que olvidó ir al baño antes de salir... los baños del tren están cerrados por ajustes en el sistema de computador que regula el flujo de agua... es el viaje más largo y más lento de su vida, porque el espacio y el tiempo se alteran cuando el baño no está a la mano. Del mismo modo sucede con otras situaciones como estas: ¿Qué dura más, una noche de fiesta o una noche de dolor de muelas? ¿una cita con una modelo o una citación a la fiscalía?

    Lo mismo pasa con la velocidad, una magnitud que depende de la relación entre tiempo y distancia. En ese sentido, uno podría decir que el amor es una magnitud que se comporta de forma similar a la velocidad: tome usted una relación de pareja y ponga entre sus miembros suficiente distancia o deje pasar suficiente tiempo y colapsará.  Y si de fuerza electromagnética se trata, no siempre los polos opuestos se atraen.  Junte usted, por ejemplo, a un imán sunita con un imán chiita, y no será precisamente atracción lo que observará. 

    Max Planck, por su parte, supo sintetizar su teoría con la precisión y brevedad de un Haiku (poema tradicional japonés de cortísima extensión).  Sus años y años de investigación se resumen en este postulado magistral: "La partícula de Planck recorre la distancia de Planck en el tiempo de Planck".  Si toda la física fuera escrita con esa claridad, otro sería el mundo.

    Usted es poco amigo de figurar en los medios de comunicación ¿Qué opina de los científicos que aparecen constantemente en noticieros, programas y series de televisión?

    Creo que hay dos clases de popstars de la física. Yo crecí viendo la serie Cosmos, de Carl Sagan. Él fue un pionero, un hombre de ciencia dedicado a la divulgación del conocimiento, un héroe para muchos de nosotros.  Personas como él y como los recientes Amy Mainzer, Alexei Philippenko y Neil deGrasse Tyson, entre otros, siguen esa línea.  En su país hay un excelente ejemplo, el profesor Alberto Quijano Vodniza, un astrónomo serio, comprometido con la divulgación científica tanto como con la investigación.  Hay otros, que no voy a mencionar, que están más interesados en ser ellos mismos las estrellas, dejando a la física de lado. En ese sentido, son tan charlatanes como Erich von Däniken o Giorgio Tsoukalos, que no merecen ser llamados científicos ni por error.

A que no sabían que este meme está inspirado en el
Doctor Neil deGrasse Tyson.  ¡Ay sí, no sabían, cómo no!

    No puedo terminar este diálogo sin preguntarle por su coterráneo, el doctor Michio Kaku.

    Es su tercer error, honorable Desbaratóstenes. El doctor Kaku, a quien respeto y admiro profundamente, nació en San José, California.

    Discúlpeme, profesor. Por el nombre y el apellido, pensé que era japonés, como usted.

    Una vez más, mi honorable amigo, se equivoca.  No soy japonés.  Tuve que cambiar mi nombre como parte de un experimento, cuyos resultados espero que ayuden a salvar vidas en mi país.  Es que en mi patria la gente se muere de física... de física envidia.  Todo lo que venga del extranjero, o suene a extranjero, es aceptado como si fuera lo mejor de lo mejor, mientras que al hijo del vecino siempre se lo considera un pobre diablo, por brillante que pueda ser.  Mi verdadero nombre es Jacinto Guacaneme y bajo ese nombre traté de publicar en mi país, sin éxito, varios artículos que hoy forman parte de mi libro, que es un éxito de ventas en Colombia.  Es que nadie es profeta en su tierra, sumercé...

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